|
Ramon Guimaraes
cv
selecció
de vídeos
per a projecció
videografia
article de Jérôme Lefaure
& Olivier Collet
|
|
EL PODER DE ACTUAR: EL ARTE PERFORMATIVO DE RAMON
GUIMARAES
El autorretrato es “otro mundo en el cual es
imprescindible olvidar este en el que vivimos”: en
contraposición a la postura de retirada introspectiva de
Jean Cocteau, el trabajo de Ramon Guimaraes explora el
retrato y el autorretrato precisamente desde su poder de
representación, de descodificación y de reformulación del
mundo: el artista lo utiliza como punto focal de sus
dispositivos para especular sobre nuestras contradicciones
y la incomodidad de nuestra condición, desde el paradigma
de la soledad en las sociedades contemporáneas hasta el
estatuto de la verdad o la legitimidad del poder.
El vídeo Selfimage
(2005) entremezcla entrevistas de diferentes personas
sobre la percepción de su propia imagen, una imagen que el
espectador sólo puede ver durante un breve instante antes
que se difumine para el resto de la entrevista. El deseo
universal de ver se enfrenta a la reticencia personal de
verse a sí mismo. El video explora así el protagonismo que
ostenta nuestra imagen y la alienación que supone su
proyección. Atracción e inhibición, deseo y negación: el
artista incide en la tensión entre la voluntad de control
y aquello que la desborda, entre el marco normativo e
intencional y aquellos impulsos que lo suelen rebatir. Atrets
(2004) presenta, por ejemplo, un dispositivo en base al
engaño que anticipa su título (un juego de palabra en
catalán entre “atraídos” y “a tiros”): el artista captura,
en diferentes participantes, una expresión de miedo
provocada por una detonación no prevista. La obra expuesta
consiste en una serie de retratos serenos que el público
tiene la posibilidad de alterar, mediante un botón, el
cual activa la proyección de las mismas caras deformadas
por el rictus del susto. La investigación del sadismo y
del voyerismo que sustenta el proyecto atraviesa toda la
obra de Guimaraes, en tanto que estas prácticas son
reveladoras de la distribución del poder en el sujeto, que
ejerce de manera intricada el rol de autoridad y de
víctima. Being Cool
(2008) sintetiza esta duplicidad del ser humano en una
paradoja: “la belleza es un invento que nos hace sentir
horribles”. En el vídeo, personajes travestidos confiesan
con un tono un tanto teatral su incomodidad de cara a un
determinado punto de su apariencia, antes de asestar, con
tono altivo, una serie de frases de desprecio hacia el
aspecto del otro. La dialéctica del complejo y de la burla
devuelve el concepto de belleza a lo que supone: el
sufrimiento en carne propia del ejercicio de un biopoder,
que nos ha convertido en sus agentes más efectivos.
El artista no ha dejado de explorar la manera en que nos
rendimos, por voluntad propia, a mandamientos ajenos sobre
la manera de comportarse o de estar en el mundo. Una
extensa lista de performances o vídeos se refieren al
esfuerzo que realizamos de cara a la imagen que
proyectamos. Algunas de estas lo hacen de manera muy
directa: Souvenir (2007)
encadena fragmentos de vídeos que anticipan la moda del selfie:
se ve el artista a punto de autorretratarse frente a una
acumulación de imágenes de monumentos con estética de
postal. Without your
mask on (2005) recurre en cambio a la
disimulación de la cara para confesar comportamientos
considerados como no admisibles. Con ello, Guimaraes
explora cómo la tergiversación de la identidad propia
cristaliza el conflicto entre normas sociales y búsqueda
de la verdad, un tema que indaga de manera recurrente.
Ahonda así en los roles que adoptamos para actuar en
sociedad: esto es, estructuralmente hablando, en los
marcos de comportamiento y de conocimiento que nos
preceden. El artista especula con ello sobre el valor de
la verdad frente a los sistemas de aprendizaje, a las
convenciones y al grado de aceptación social. El uso
habitual de la máscara en sus performances, sus videos y
sus esculturas tiene connotaciones relacionadas con el
teatro, la actuación y la puesta en escena. Este accesorio
constituye una forma de cuestionar la alienación a la que
nos expone la obligación social, sufrida o asumida, de
conformarnos a unos modelos preexistentes. Es también una
manera de discutir la relación entre lo visto y lo
inteligible. La obra Das
Model (2009) superpone así dos capas: una pista
de audio –la melodía de una canción de Kraftwerk cuya
letra relaciona la belleza y el consumo– y un vídeo –un
stop-motion, donde una cabeza enmascarada cambia
frenéticamente de aspecto mediante pelucas, máscaras y
otros atrezzos–. La disimulación y la opacidad es el hilo
rojo de esta pasarela de “looks”. El espectador se ve
forzado a admitir que todo lo que se nos da a ver es
intrascendente para alcanzar el conocimiento.
El desengaño y la desilusión atraviesan de hecho una parte
importante del trabajo que Guimaraes dedica a nuestras
relaciones. En piezas aparentemente conversacionales,
destaca la soledad y la incomunicación que caracterizan la
sociedad contemporánea. La máscara deviene una metáfora
del aislamiento que acabamos sufriendo. En Being
words (2008), una serie de personajes
enmascarados sueltan réplicas y tópicos, que se hacen eco
por momentos, sin que el conjunto consiga escapar a una
honda sensación de absurdidad. Dialogue
(2007) confronta una máscara dorada de tendencia barroca y
una máscara negra de obediencia más bien masoquista: las
frases que declama cada una de ellas parecen proceder de
una conversación, pero vienen agrupadas en un monólogo que
invoca de manera casi desesperada la presencia y la
interacción con el otro. El vídeo pone así en escena los
estigmas de la contemporaneidad: egoísmo, superficialidad,
falta de empatía, y la ausencia de cualquier interlocución
que no sea el eco que suscitan nuestras palabras en la
oscuridad. En otra pieza, Wordless
(2012), el artista invita a reducir el ruido de nuestras
palabras y a explorar el valor del silencio para huir del
vacío creado por nuestras propias conversaciones. Bien sea
mediante una postura sincrética (Being
God, 2009) bien sea mediante la reevaluación de
formas comunitarias desaparecidas (performance Step
forward a second chance, 2015), el artista
utiliza de hecho sus piezas para valorar nuevos caminos
vitales, especialmente cuando nuestra vida se ve invadida
por la presión consumista y la capitalización de nuestros
deseos (Pot art sucks,
fotografia, 2018). En la performance Being
Blind (2018), Guimaraes camina a ciegas con una
máscara y el video A
piece of art colgado en su pecho, con la única
ayuda de un bastón y de la buena voluntad de los
asistentes. El recorrido entre el centro de arte Santa
Mònica y el Museo de arte contemporáneo de Barcelona
sugiere la posibilidad de reactivar, desde el espacio
público, la posición del arte como lugar de resistencia a
la fragmentación social y al productivismo de la esfera
relacional.
Más allá de la incomunicación, otras piezas del artista se
centran en el juego de poder sistémico que el aparato
sentimental disimula. En un formato muy breve, Being
tacky (2009) muestra un personaje con una máscara
un tanto cursi, que parece cruzar el subtexto BDSM de este
atrezzo fetiche con los códigos comerciales de San
Valentín. El tierno acoso al que este curioso protagonista
somete al espectador, cubriéndole de besos mediante la
pantalla, se ve alterado muy pronto por un canto: su
letra, que empobrece un hit
de Abba, ya de por sí pegadizo (un “Give me” repetido al
infinito), sitúa el gesto amoroso en el terreno de un puro
mercadeo egoísta. Guimaraes retrata la conversión del
sentimiento en un juego de beneficios, en consonancia con
la ideología liberal que estructura nuestra esfera
cultural y acaba contaminando nuestro pensamiento y
nuestras emociones. El paradigma sentimental basado en la
posesión y el beneficio, al que apunta el artista, aboca
las relaciones al fracaso y propicia una soledad endémica:
Doors (2009)
representa, con un dispositivo que se podría calificar de
meta-teatral, la dificultad para relacionarse con los
demás: surgiendo de las puertas que puntúan un largo
pasillo, la misma persona enmascarada se cruza a sí mismo
de manera repetida sin que se genere, en ningún momento y
a pesar del alboroto general, el menor amago de encuentro.
El trabajo de Guimaraes huye sin embargo de la
resignación. El “camp” al que se refiere el título de una
de sus obras atraviesa su obra de par en par: la ironía y
el exceso se combinan para convertir el panorama
pesimista, al que alude gran parte de sus trabajos, en un
dispositivo de superación. Las máscaras vienen cargadas de
significantes en este sentido: hechas de tejidos sedosos,
de pieles sintéticas, con cremalleras, piezas sobrepuestas
y pestañas sobredimensionadas, van del arquetipo a la
caricatura. Si seguimos la definición del “camp” a partir
del grado de artificio y de estilización, como lo sugiere
Susan Sontag, la fuerza de la obra de Guimaraes radica sin
duda en la dosis de exageración asumida, los juegos de
roles y el humor, aunque sea negro. Se trata de una
postura que aplica con tono mordaz a los roles de género
en la performance Being
in between (2008): allí, la naturalización de los
géneros se ve ridiculizada por unos genitales postizos y
reversibles que se despliegan de manera descomunal. El
travestismo y las máscaras que Guimaraes moviliza en sus
piezas no se limitan a la simple representación de un
papel, sino que caricaturizan los signos en que se
sustentan, hasta subvertir su sentido. Les da además una
vuelta de tuerca por un uso inesperado y desbordante: lo
que podría ser un ejercicio de disimulación se complica al
infinito, cuando Guimaraes superpone máscaras como en las
performances Ritual (2007)
o Being Lovely (2007),
creando asimismo el desconcierto del público: ya no se
trata de esconder, sino de esconder lo que esconde,
siguiendo las estrategias retorcidas del poder para
autojustificarse de manera permanente. El “camp” es una
representación y una deformación que no se queda en la
postura de denuncia, pero ofrece posibilidades generosas
de reinvención, de subversión y de reiteración rebelde,
frente a lo que ya-está-aquí. ¿Pero quizás esto sea
precisamente el auténtico papel del arte?
Con la performance Being
Burlesque (2011), Guimaraes se adentra en el
género documental desde una ficción supuestamente dedicada
a narrar la historia del género burlesque. La
conferencia-espectáculo que organiza entonces puede
ciertamente leerse como una referencia a lo que se ha
popularizado como fake
news y a nuestra capacidad para discernir las
narrativas comprobadas de las tergiversadas. Pero es
también una manera de poner el foco sobre la construcción
de los discursos y del imaginario colectivo; y de subrayar
la capacidad del arte para cuestionar el relato
hegemónico. Guimaraes ve en ello el potencial real del
arte; y, en varias piezas (Maneki
Neko, 2007; Masterpiece,
2013 o The artist,
2011), lo contrapone al valor exclusivamente relacionado
con el éxito que le suele otorgar la sociedad liberal.
Hace alusión, en estas obras, a la inserción obligada de
los artistas en un sistema meramente especulativo para
sobrevivir, pero también a la desactivación del poder
subversivo del arte mediante su sumisión a las dinámicas
comerciales o institucionales que dominan el paradigma
artístico actual. Guimaraes realiza así, en 2016, una
performance (Being Punk)
en el MACBA, con el motivo de la exposición "Punk", sin
que le hayan invitado. Incide con ello en una paradoja:
que una exposición sobre un movimiento tan contestatario
no admita acciones que no pertenezcan a las que son
definidas por las autoridades museísticas. Apunta otra vez
al doble discurso del poder y a nuestra propia
participación en sus estrategias: una reflexión que el
artista reitera en el marco del conflicto social
relacionado con la reivindicación independentista en
Catalunya, refiriéndose a la problemática del Estado como
forma de represión. En la performance Made
in Spain (2017), un mapa de España en género de
punto que se deshilacha apunta a la construcción del
paradigma nacional, haciendo hincapié en su fragilidad, su
inconsistencia histórica y el carácter anticuado de sus
fundamentos.
¿Cuál debe ser nuestra relación con la autoridad y cuál es
el estatuto del artista de cara a una posible resistencia?
Son cuestiones que acompañan toda la trayectoria de
performance de Guimaraes. Algunas performances someten a
sus participantes a una mutilación simbólica de su
libertad: bocas selladas, manos maniatadas, pies presos de
una telaraña tejida por el artista (Unveiling
the bride, 2018), etc. En muchas de ellas,
mediante un guion preestablecido, el artista se convierte
en garantía de un orden que repite y aísla, de forma
metafórica, las estructuras de poder que se imponen en
nuestras vidas. El uso y el control de los movimientos del
público en la performance Love
in three acts (2015) alude así al ejercicio de la
autoridad y, a la vez, a la asunción por parte de los
sujetos de su legitimidad. El arte se convierte, con ello,
en un lugar de subordinación emancipadora, un lugar de
consciencia y de reconocimiento de las opresiones que nos
constituyen como seres sociales. Un ejercicio del
autorretrato que utiliza las mecánicas de la
reconstitución para explorar las servidumbres de las
cuales somos partícipes.
Jérôme
Lefaure i Olivier
Collet han comissariat nombrosos projectes,
especialment en el marc de Homesession, un espai
independent barcelonès que van iniciar el 2007 i que
combina programes de residències, de suport a la creació
i d'educació artística.
|