11 DE DESEMBRE 2018
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FERNANDO BAÑOS-FIDALGO
ANA RODRÍGUEZ LEÓN
ZAVAN FILMS

FERNANDO BAÑOS-FIDALGO

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Cuando quieres a alguien y sabes que cada minuto que pasa. Cuando quieres a alguien y sabes que cada minuto que pasa lo estás perdiendo un poco. Todo lo perdido es como una amenaza. Haces lo imposible por evitarlo, y no es suficiente. Por eso te acabas sintiendo culpable. Te acabas sintiendo culpable y haces lo imposible por evitarlo, por no estar, por escapar de la inmanente paradoja de la presencia, por habitar los silencios donde transita el trabajo audiovisual de Fernando Baños-Fidalgo.

Las líneas que dan comienzo a este texto rellenan un espacio en blanco en la hoja virtual que presenta ante mí un procesador de texto, sin embargo, este vacío ya estaba previamente saturado de código, de lenguaje. Una mujer transita un sofá, en sus márgenes, en sus rugosidades y en su blancura. Es M, el personaje de Preludio (2015). Cuando quieres a alguien y sabes que cada minuto que pasa.

Una mujer de pelo negro con gafas de pasta negra. Una mujer lleva una camiseta de tirantes y ensaya el lento tránsito de la luz a la oscuridad. Una mujer ensaya una conversación. Una mujer ensaya un ensayo.

Las líneas que dan comienzo a Preludio (2015), el embrión de Frágil (2017), su último largometraje, rellenan el espacio que hay entre la mujer que habla y su interlocutor ausente. Sin embargo, este vacío ya estaba previamente saturado de código, de lenguaje. O no, porque, a diferencia del procesador de texto, el trabajo de Baños-Fidalgo se da tanto en la presencia como en la ausencia, tanto en el discurso, como en el silencio. Un vacío y un silencio que funcionan como el compás en la métrica musical, llevando al espectador a la tensión de una ausencia cargada de electricidad estática que el autor va liberando lentamente por medio de una personal gramática narrativa. Así, su trabajo audiovisual  invita a la reflexión a través del silencio y construye el discurso por medio del ritmo. Discurso y ritmo, silencio y reflexión, memoria y presente son vibraciones que habitan el carácter de su universo creativo.

Hay en los trabajos de Baños-Fidalgo un interés por la Historia como organismo vivo, casi biológico, que se manifiesta de muy diversas maneras. Cabría pensar que su obra puede organizarse en categorías de ficción y de no ficción o de ensayo documental y de creación fílmica. Sin embargo, una aproximación más calmada a su trabajo revela una fuerte simbiosis entre realidad y ficción, entre Historia e historia, entre forma y sustancia.  Sus trabajos más aparentemente ensayísticos y documentales, como Mira el árbol (2009), no solo se hacen cargo del tema que tratan (los horrores de la guerra, por ejemplo), sino que subrepticiamente dan cuenta de la capacidad de transformación y agencia inmanentes a todo orden de representación. Es este un asunto crucial para aproximarnos a su trabajo artístico desde una posición de sospecha, de calma y de acecho. Y es este también un asunto crucial para comprender, o al menos para reflexionar a tenor de la carga que el silencio soporta en su trabajo.

Primero fue esa casa. Lo que creí que eran tres ventanas, resultaron ser dos. Y ese tejado espigado con su punta afilada de pirámide. Después fue ese hombre que mira. Se trata de Mira el árbol (2009). La voz del narrador es grave y se presenta sincopada al Réquiem de Domenico Cimarosa (1787). Una imagen tomada en 2009 se funde con una fotografía capturada en secreto en algún momento entre 1943 y 1945. El montaje teje una imagen con otra. Una elipsis de 65 años, la edad del otro hombre, la de ese que carga con una maleta en la fotografía tomada a la salida de un gueto construido por los nazis. La edad del hombre que mira. El tiempo que separa una imagen de otra. ¿Qué relación hay entre el hombre que pasa por la calle en 2009 y la de aquel que carga con la maleta saliendo del gueto en Terezín? 65 años podría decirse. O dicho de otro modo, la memoria. Paradójicamente, la elipsis temporal que parece fundir una imagen con otra, lejos de unirlas, abre un nuevo universo de posibilidades y de pliegues retóricos, poéticos y críticos.

Así las cosas, sentémonos de nuevo en el lugar desde el que parece componer su obra Baños-Fidalgo: aquel desde el que se divisa el horizonte bajo la sombra de la sospecha. Una sombra que nos permite vislumbrar si acaso su trabajo audiovisual, mientras se tambalea el orden de representación que lo sustenta. Y es que se repite aquí también un ritmo al compás de la presencia y la ausencia, pero también, y de forma más abismal, un baile entre realidad y ficción, un virus capaz de contagiar, no ya solo a los órdenes de representación, sino a la propia Historia. Una Historia que muta y se transforma como un organismo vivo, que opera en los discursos y en los silencios.

El pasado no existe hasta que es registrado en el presente. Decidiendo qué preguntas hacemos en el presente, tenemos una opción clara de lo que tenemos derecho a decir sobre el pasado. Y lo que tenemos derecho a decir sobre el pasado es decidido por las elecciones hechas en el pasado reciente y en el momento presente.

Las líneas recién escritas corresponden al guion de Before the Law Without Law (2011), un cortometraje rodado en un solo plano secuencia donde el punto de vista se convierte en el tercer personaje de la película. Dos hombres mantienen una conversación. Adam le cuenta a Matthew el día en el que jugaba a 20 preguntas en una fiesta con amigos. El juego es sencillo. Un jugador sale de la habitación mientras el resto acuerda una palabra que ha de ser adivinada contestando a 20 preguntas. Las únicas respuestas posibles son sí o no. Adam cuenta cómo el grupo de amigos necesita cada vez más tiempo para contestar. Adam siente que está cerca de dar con la palabra acordada y pregunta: ¿es la palabra "barco"? Sí, y acto seguido todo el mundo se echa a reír. A continuación Adam le explica a Matthew que mientras él esperaba en otra habitación, el resto del grupo acordó no decidir ninguna palabra. Cualquiera podría responder sí o no, mientras tuviese una palabra en la mente que se correspondiera con la última respuesta y todas las anteriores. Finalmente Adam pregunta si la palabra es "barco".

En el momento en el que Adam dice la palabra "barco", la cámara dibuja una elipse y se sitúa por primera vez frente a los personajes. El plano continúa y son ahora los personajes los que siguen a la cámara y no al revés, como había ocurrido hasta ese momento. La palabra "barco" se ha ido construyendo a medida que Adam iba haciendo preguntas. ¿Es una persona? No (árbol). ¿Es un objeto metálico? Sí (tijeras). ¿Un medio de transporte? Sí (ferrocarril). ¿Se trata de un medio de transporte terrestre? No (avión). El pasado se actualiza tejido en el presente y contaminado de una actualidad que pronto lo dejará de ser. La memoria se forma y se deforma simultáneamente, incapaz de fijar certezas sobre las que podamos descansar tranquilos, al menos un rato. De cada lectura resulta una nueva escritura. El hombre que mira se funde con aquel que porta una maleta y se abre un abismo en el que necesitamos aprender  de nuevo a vivir con la fragilidad de algunos cristales rotos. Es precisamente ese abismo el lugar elegido por Baños-Fidalgo para colocar su mirada, pero no para tratar de explicarlo, o siquiera entenderlo, sino para dejarse bañar por su sombra y contaminarse de sus incógnitas.

¿Eres consciente de que solo hablas con incógnitas? Mírame, ahora sí, mírame. Y dímelo mientras me miras. Quien habla es M. La mujer de piel blanca y cabello negro dice estas frases en Preludio (2015) a un interlocutor ausente. Un interlocutor que podría habitar el pasado, o quizás el futuro. No lo sabemos. La mujer se desplaza inquieta mientras la cámara hace el viaje que había hecho antes la luz. El silencio, cargado eléctricamente, se hace cuerpo. Y al final, la palabra.

Si te vas no te molestes en volver, nunca. Pero hasta que no lo hagas no pienso darme por vencida. Quien habla es M, al tiempo que cierra los ojos. Unas palabras en presente que, sin embargo, se transforman en pasado, o quizás en futuro, cuando una mano le acaricia el pelo. Esa mano desconocida parece salida del abismo al que nos referíamos anteriormente, capaz de transformar el presente en incertidumbre con un pequeño gesto, con una caricia. No está sola M y no sabemos si sus palabras traen al presente un momento pasado, o si actualizan una expectativa, quizás un anhelo. Lo que se presenta ante el espectador es una elipsis orgánica, una mano de carne cuya presencia, en vez de resolver la escena, la dobla sobre sí misma y la ensombrece cargándola de un vacío electrificado similar al que separa al hombre que mira en Mira el árbol (2009) del hombre que lleva una cartera. Una mano que dobla la línea temporal del relato hacia ninguna parte, y haciéndolo,  la dobla hacia todos lados.

Acercarse a la trayectoria artística de Fernando Baños-Fidalgo precisa de la calma suficiente para dejarse imantar por una intensidad que se esconde tras la máscara del silencio. Su cine es la tensión latente de un software que, exhausto, deja de funcionar. Su estética opera el silencio de un trauma que amenaza todo bienestar. Ver una de sus obras es verlas todas y ninguna a la vez. Sus trabajos más cercanos al videoarte o aquellos más próximos al cine comparten esta tensión latente y movilizan una energía que interpela desde la sombra al espectador para ser liberada.

Toda su gramática narrativa participa de la construcción de esa tensión calma. El tempo, los movimientos de cámara, el texto, los tiempos doblados, los silencios bailando al compás de un ritmo invitan y amenazan al espectador porque la obra de Baños-Fidalgo te recuerda que  leer es también escribir.

Aceptar las reglas del juego nos pone en peligro porque nos exige un pacto que, como aquellas monedas que del uso perdieron su troquelado, adolece de manual de instrucciones, de toda seguridad  y de pacto siquiera. Habitar su obra es dejarse llevar por la sombra de la que nace y dejarse cortar por aquellos cristales rotos. Es hacerse animal en sus silencios y espectro en su incertidumbre.

 

QUINO MONJE és artista plàstic i escriptor de fantasies ad hoc. Procliu a posar-se vermell, ha organitzat i participat en nombrosos programes de pensament titubejant. La seva pràctica habita espais, ocupa persones i taca papers. Col·labora intermitentment amb altres artistes. Recentment ha treballat amb Luc Windaus, Kristoffer Zeiner Christiansen i Fernando Baños-Fidalgo (Panorama, 2017).

.quino.monje@gmail.com.

 

 

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