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Aproximación al trabajo de Jacobo Sucari
“Todo lo que vemos es sólo una fracción de todo lo que existe”. Esta
frase, que repite insistentemente una voz estereotipada de locutor de
documentales en el trabajo Detrás-afuera-en el centro (1993), bien
podría servir como leit motiv de la mayor parte de propuestas de
Jacobo Sucari, las cuales plantean nuevas formas de comprensión de las
imágenes porque, precisamente, parten de la consideración de que éstas
no sólo son parciales, sino que además se organizan mediante códigos
susceptibles de ser modificados.
En este sentido, el trabajo de Jacobo Sucari profundiza en la
identidad de lo visual, es decir tanto en los mecanismos a través de
los cuales “leemos” lo visible como en aquellas estructuras que lo
conforman. Así, los planos de representación, aprehensión y
significación están claramente delimitados en sus propuestas y se
manifiestan desde la superposición, como episodios simultáneos donde
no hay un montaje. Esta acumulación de “capas”, por decirlo de algún
modo, no sólo permite observar el esqueleto morfológico del relato,
sino que también habilita al espectador como sujeto cuya actividad
resulta equiparable a la del propio artista, sintonizando, de paso, el
tiempo de la lectura con el tiempo de la acción.
II
En un momento en que lo visual parece vincularse irremediablemente a
una representación fidedigna de lo real, los proyectos de Jacobo
Sucari se orientan hacia un proceso inverso, donde son recuperados
aspectos narrativos tales como la metáfora, la serialidad o la
fabulación, los cuales han sufrido un progresivo desuso. Ese retorno a
lo real que planteaba hace años Hal Foster y que luego ha sido el
eslogan predilecto por parte de quienes querían limitar la capacidad
transformadora de la propia realidad, ha provocado una
“institucionalización de lo real”, es decir, una conversión de lo real
en imposición, en arquetipo, en dogma inoperante.
Bajo el advenimiento de la realidad se han colado preceptos de todo
tipo, ortodoxias no verificadas, cánones de representación muy
estrictos; precisamente por esto, creo que el trabajo de Jacobo Sucari
aboga por una especie de “retorno a lo complejo” que permite
reinterpretar en una clave distinta la relación entre las imágenes
estéticas y sus proyecciones hacia el mundo.
En este sentido, es sintomático el distanciamiento utilizado como
estrategia de representación que manifiestan gran parte de los
proyectos de Jacobo Sucari, los cuales siempre parecen construidos
desde un lugar y un tiempo determinados. Incluso en las piezas donde
se observan referencias biográficas concretas, la imagen no se camufla
en la proximidad, no se enturbia con lo más estrictamente cercano. Esa
distancia, insisto, propone una coordenada espacial y temporal
determinada, ofrece un site y un time específicos, a partir de los
cuales sincronizar o descompasar lecturas y observar cuestiones
relacionadas con la idea que tenemos acerca de la visibilidad de la
imagen.
La consecuencia inmediata de este permanecer ante las imágenes y sus
convulsiones proporciona a los trabajos de Jacobo Sucari cierto tipo
de belleza que surge del simple hecho de quedarse en la mirada, de
utilizar el mirar como instrumento capaz de reformular lo visible. Se
trata, por tanto, de una belleza próxima a la idea planteada por
Edmund Husserl o Paul Valéry, a esa belleza surgida del acto del
pensamiento en su contacto con lo sensible. En este sentido, son
paradigmáticas de esta tensión entre discurso y acción, imagen y
texto, las cuatro instalaciones de Conductas ilusorias (2003), donde
el espectador se ve impelido a elegir entre permanecer en la misma
situación de reset que parece animar a la grabación visual o recorrer
el relato textual que atraviesa la imagen y, en cierto modo, la
oculta.
III
En las propuestas de Jacobo Sucari el lenguaje no es sólo un medio de
expresión, sino también un instrumento y un fin en sí mismo, una
estructura semántica que ofrece al espectador cierto grado de
interactividad, una herramienta cuya utilización obliga a replantear
los roles de la percepción y los recursos del usuario. Creo que en ese
proceso de reevaluación de lo visible a través del lenguaje ocupa un
lugar principal la idea de distorsión. Se trata de un concepto que en
la producción de Jacobo Sucari no tiene nada que ver con la caricatura
o la deformación paródica. Son distorsiones las ventanas que se abren
en sus vídeos, las citaciones literarias que matizan las imágenes, los
sonidos que se superponen encima de las secuencias registradas por la
cámara. La distorsión es, pues, un proceso abierto en el seno de la
imagen y no un recurso formal, un impulso que lleva a ésta a
transformar no sólo su fisonomía sino también su significado. A través
de la distorsión las imágenes se refundan, se conmueven y permiten ser
vistas desde un lugar que dialoga críticamente con el lugar y el
tiempo específicos en que fueron creadas.
De todos modos, y a pesar de lo que pueda parecer, los proyectos de
Jacobo Sucari tienen una configuración técnica muy poco compleja y
utilizan recursos formales muy directos. El montaje y postproducción
evita así cualquier tipo de ostentación y se desarrolla a partir de
elipsis en el significado. Parafraseando a Peter Weibel, podríamos
referirnos, a propósito del trabajo de Jacobo Sucari, a una mirada
“alusiva”, es decir, una forma de narrar que no interrumpe los relatos
con elementos directos o explícitos y, así, mediante la metáfora y el
simbolismo regula indistintamente el grado de precisión o imprecisión,
de figuración o de abstracción.
IV
Es evidente que en el trabajo de Jacobo Sucari hay una ruptura
sistemática de lo que podría denominarse las expectativas del relato y
sus consecuentes roles de aprehensión. En este punto, resulta
imprescindible referirse a qué es el relato y cuáles son sus
linealidades. Tradicionalmente la ruptura del relato tiene que ver con
la consideración de una direccionalidad argumental preestablecida que
se pervierte, se trocea y se fragmenta hasta dar paso, en su versión
final, a un nuevo modelo de narración más abierto, menos estricto. Sin
embargo, esta posición ya clásica, que en el ámbito literario ha
contado con numerosos ejemplos, desde Mallarmé hasta Joyce, desde
Lawrence Sterne hasta Cortázar, se presenta débil y un tanto maniquea
cuando es trasladada al ámbito audiovisual. Por el contrario, me
parece que ciertas pautas de representación llevadas a cabo por Jacobo
Sucari no se relacionan con la tradición anti-ilusoria de las
vanguardias audiovisuales de los años cincuenta y sesenta, sino que
más bien mezclan las tendencias narrativas alrededor de las cuales se
articulará el arte electrónico de los noventa con lo que sería un
background visual amplio, que va desde la imagen procedente de la
memoria histórica hasta el cambalache audiovisual suministrado por los
medios de comunicación y la cultura de masas. Cobra aquí un especial
valor la posición de Lyotard respecto a lo barroco, es decir, su
consideración de lo real como una instantánea espacio-temporal
caótica, sin orden alguno, no organizada bajo ningún parámetro previo.
Según Lyotard la realidad es barroca por naturaleza y esto nada tiene
a ver con el estilo barroco, con la ornamentación. De igual modo, en
los trabajos de Jacobo Sucari los universos visuales se presentan como
un “todo” que se resiste a la desarticulación, una experiencia total
de signos en rotación que se interpelan de forma mutua, en un espacio
y un tiempo precisos e imprecisos al mismo tiempo, donde el relato y
su interpretación se encuentran definitivamente.
Valentín Roma
HISTORIADOR DE L’ART I PROFESSOR DE L’ESCOLA SUPERIOR DE DISSENY ESDI
DE SABADELL I DE L’ESCOLA ELISAVA DE BARCELONA << |