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Nikaide El siguiente texto es una transcripción,
ligeramente adecuada, de varias conversaciones mantenidas con Odo
Becerra Vijidima, indígena Uitoto de El Encanto aterrizado en Bogotá.
Amigo de derivas amazónicas en las hamacas de Leticia, Colombia. En
estas palabras, traídas para la ocasión, se permean ciertas
tradiciones orales recuperadas acompañadas de inquietudes que me
aparecen cuando llevo a cabo eso que llamamos vídeo.
Xavi: Ya, estoy grabando.
Odo: Entonces, volviendo al tema. La idea de la
visión. Visión que podamos llamar visión de la mente, que nosotros
llamamos nikaide. Para nuestra cultura todas las cosas que ocurren son
provocadas, todo es maleficio. Uno no contrae una enfermedad porque
sí, sino que tiene que haber una causa externa. Lo que se busca es el
principio de esos efectos y la finalidad de esa causa. Todo es causa
del acto humano. Porque eso no va a venir de otra cosa, de fenómenos
naturales, no. El hombre que empieza a contaminar su propio entorno y
comida, e ingiere eso.
Y ya no se usa lo que se llama la ensoñación, que es la
forma en que nosotros descubrimos las enfermedades y las maldades que
son enviadas por un curaca (1). Para nosotros todas las cosas tienen
un dueño, todo. Nosotros lo llamamos Buineima, Jitoma o Moo. Estamos
hablando de un solo ser. No hay cosas que nazcan por sí solas o que se
hayan formado por sí mismas. Todo tiene un origen y un camino; el
trascender. Uno sale para poder recorrer. Es un proceso que purifica,
lleva al mundo que uno pisa, a su fuerza. Aunque uno se mueva también
en otros mundos con otras energías. Nosotros hacemos la imagen más
como simbolismo y lo damos con el tiempo, en la cosmovisión que habla
de seres extras como los caníbales u otros que en nuestra mitología
han creado los orígenes de las cosas. Por ejemplo, el yagé viene de
Unamarai, que es el dios yagé, una faceta de Moo, el padre creador.
Unamarai, para irse de estas tierras, deja su fuerza convertido en
esta planta. Para nosotros, los que manejamos o conocemos, esta planta
es sagrada como la coca o el tabaco. Nos enseña a estar preparados, a
estar despiertos. Una cosa es estar despierto vivo y otra cosa es
poner atención a las cosas, a las energías, al calor, al viento, al
agua, al frío que pueda llegar. No sabemos lo que pueda llegar. ¿Qué
cosa viene con el viento? Quizás puede fusionarse, no hay dolor, no lo
percibimos. Está mas allá del dolor y empieza a enfermarnos. Entonces
empezamos a tomar yagé o a mambear (2) para descubrir. ¿Por qué hemos
hecho esto?, ¿cuál es la causa? Hay que ir a ver. Hay cosas que no se
manifiestan enseguida sino al cabo de mucho tiempo y eso es lo que
llamamos el maleficio. El maleficio puede ser una maldición proferida
o puede ser untado directamente en la persona o también consumido a
nombre de la persona.
La gente que nosotros llamamos gente de monte son curacas
que están por ahí, recorren caminos y van haciendo daño a quienes no
les colaboran. Sólo hacen eso. Nosotros al brujo lo llamamos Aima.
Quiere decir ‘el que extrae’. Ai es un verbo que significa arrancar y
ma significa hombre. Estos Aimas tienen la vista curada, pueden
transitar de noche viendo con los ojos, como un jaguar. Ellos se
pueden convertir también en boas, águilas y otros seres para llevar a
cabo sus brujerías. Son temidos por su negatividad aunque a veces
pueden usar sus poderes como vigilancia de la comunidad. También
tenemos el Nimairama, que es el abuelo del conocimiento y al Ikoirama,
el curandero. Todos usan la palabra para fines específicos.
Bien, la ensoñación consiste en descubrir el daño. El
yagé se puede tomar para ver el mal que está afectando y también para
saber quién lo esta haciendo. Los abuelos cuando descubren eso le
dicen a uno: “¿Qué quiere?, ¿que le devolvamos el mismo mal al que lo
hizo o que acabemos con el mal?” Acabar es como explotar, o sea, ¡se
estalló! El espíritu del Aima que hizo el mal, ahí se acabó. El
cuerpo, la persona, queda vivo, pero eso no demora. Muy pronto se va a
morir, porque ya perdió su fuerza, a través de la mente ya se ha
destruido. Hay curacas que sólo saben como cazar y como comerse la
carne. Porque la carne tiene que tener una preparación especial para
poder eliminar las proteínas fuertes y las toxinas que tiene, porque
los animales comen frutos venenosos, fuertes, ácidos, frutos
fermentosos. Hay que tener cuidado con eso. Cuando uno no entiende o
no pone cuidado a sus propios actos acaba culpando a otro. El abuelo
seguro que me miró al hijo y ¡el niño ya está enfermo! Son
sugestiones. Uno mira en los otros, nunca uno se mira a sí mismo.
Nunca se pregunta a sí mismo: “¿Qué hice?” Y el cazador va a seguir
cazando porque le gusta matar. Mientras los hijos se van a enfermar y
ahí es donde se pierde la reciprocidad.
Y entonces va a haber enfermedades. Cuando yo comparto lo que yo
consiga, es la reciprocidad. Siempre lo que usted caza, usted me da y
yo le doy. Si no es así, entonces intercambio. Esa es la forma. Todo
lo que se relaciona con esas fuerzas tiene que ser detectado a través
la ensoñación. Cuando uno esta matando, sacrificando a alguien, a un
amigo, ese sueño no se cuenta. Es bueno. Ese sueño queda ahí en su
mente, sólo se lo menciona al abuelo. Abuelo, déme suerte porque tuve
ese sueño y me voy. El abuelo dice: “Vaya y tráigalo que usted ya lo
mató en el sueño y seguro ahí esta.” Uno va a una loma y ahí en la
otra loma está el venado durmiendo en mitad del camino. Esto es lo que
se
llama capturar o eliminar la fuerza del animal, su poder. Porque ellos
también tienen sus energías y con eso ellos detectan, se dan cuenta.
Es que como que entre ustedes ya nomanejan esa idea, ustedes sueñan y
ya ni se acuerdan qué vieron. ¡Ay, uno soñó y no se dio cuenta que sí
se ve!
Cuando mi tío vino por primera vez a Bogotá desde El
Encanto, él sintió también lo mismo que yo. Dijo:”No, sobrino, esto
está muy pesado”. Él soñó con gentes antiguas. Esa gente era como un
ser que es el dueño de este lugar, de aquí donde yo vivo, el humedal
de Juan Amarillo en Bogotá, que antes era un pantano. Yo cuando llegué
acá desde donde vivía, antes tuve un sueño en el que llegó un señor
que era una mitad. Una mitad metida en el agua, era brillante como
dorado. Y yo le dije: “¿Pero qué hace usted aquí?” y él dijo: “Aquí
estoy viviendo, ésta es mi tierra, esto es mío”. Cuando vi que salía
del agua vi que mitad era Anaconda, pero dorado, dorado brillante. Y
él me llevó por todo esto, me llevó a un cerro y me mostró todo lo que
es la Sabana. Dijo: “Si quiere coger; coja”. Y yo veía las piedras
azules, negras, de colores brillantes transparentes y verdes. Esta
Sabana estaba
llena de toda clase de piedras y yo iba cayendo, porque yo estaba en
un desfiladero, yo me iba derechito para abajo porque me atrae la
gravedad. Entonces ese señor desapareció.
Al otro día fui y le conté a un amigo que había investigado sobre las
vetas de agua, las redes de canales de agua que esta zona tiene por
debajo. Estos seres que están por debajo
son los dueños del lugar. En el sueño él me decía que en el futuro
esto volvía a tornarse agua. Hay vetas de agua que van del norte hasta
el sur de Sudamérica pero la gente cree
que el agua no se va acabar, porque es la naturaleza y en ella parece
que están las cosas -ahí-, para tomarlas sin más.
El desarrollo nos ha traído un perjuicio muy grande,
todas las cosas hoy en día han llegado al exterminio, usted mismo se
da cuenta. En el futuro ni la costumbre ni la lengua vamos a
encontrar, porque el indígena asimila y quiere vivir como el blanco.
¡Cuántos problemas no tengo yo por tener este pedacito, este
apartamento chiquito! Ya todo el mundo allá en la selva dice: “No, ¡es
que Eudocio se enriqueció!” Yo tuve problemas con una prima, hasta me
amenazaron con secuestrarme y todo. Una prima, imagínese. Eso sería la
idea de la visión. Descubrir lo que uno siente, lo que uno cree. Es
algo más allá de la percepción cotidiana, otro estado. Un fin.
Yo una vez vi a un dios, yo no sé si eso era una forma de
crear algo en la mente, parecía Jesucristo parado en una plataforma,
giraba y le destellaban rayos en la mano y fue dando vueltas, de
repente dio una vuelta y ya no lo volví a ver. Como yo estaba tomando
yagé con un taita (3) que tenía crucifijos al lado del yagé, yo llegué
y le dije: “Taita, ¿y ese qué?” Y el dijo: “Ese tiene igual fuerza, lo
mismo, también Jesucristo nos puede ayudar”. Yo me quedé pensando y le
dije: “Pero ese es muy nuevo, donde nosotros no existe eso”. ¿Sabe
como nosotros tomamos yagé? Nada que ver, ni rezos de padrenuestro ni
nada de eso. El rezo es propio, es el llamado que hacemos para que los
dueños del yagé se preparen. Viene el médico, el enfermero, el
guardián y los protectores. No, no hay uno sólo sino varios. Entonces
para eso o por eso se cantan muchos cantos que son conjuros mismos
para ir eliminando las muchas fuerzas que tiene el yagé. Para que la
embriaguez sea buena, que uno pueda ver lo que quiere. Él le va a
mostrar sin necesidad de nada. Y si uno no llega, el mismo taita va a
ver lo que usted tiene. Se puede tomar con la idea de limpiarse uno
para ver lejos o con la idea de hacer el bien, de curar algo negativo.
En el caso de estar muy enfermo el que toma es el abuelo, si no el
enfermo se nos termina. Todo es un manejo muy grande que tenemos para
poder, no dominar, sino alcanzar algo. Algo de la naturaleza.
Mambear da buenos sueños, el lenguaje del mambe es
calmado, tranquilo, no es fuerte, no hay esa palabra fuerte Juziña uai.
Ellos dicen que el espíritu de la coca le va alterando a uno cada vez
que la consume. La forma como se descubren los efectos nocivos o lo
que nos puede servir está ahí. Pero a eso no hay que darle de golpe
sino en gotas, poco a poco. La Virola (4), por ejemplo, es diferente,
es como una sal de monte que se mezcla con una ceniza y se traga. Eso
en seguida se le sube a la cabeza a uno y empieza a hablar por su boca
una persona, una voz que usted nunca ha oído. Y empieza a preguntarle
de qué tribu es, y uno tiene que decir: “Mi tribu es tal, mi abuelo es
fulano”. “Ah... muy bien”, dice la voz, “usted es Yainama”, que quiere
decir vecino, amigo. “Ah”, continua diciendo, “su gente son mis
parientes...” Y uno queda como pensando... “¿Será cierto lo que está
pasando aquí?” y surgen las dudas. Es raro. Pero los abuelos dicen:
“No esté dudando, si cree en lo que usted ve u oye será mejor que
estar con la duda”. Hay cosas que a veces
ni siquiera se sienten. El destino del hombre en la cultura es cuidar,
proteger. Lo negativo puede entrar por la boca, o por el ano o por
cualquier orificio y se fusiona y se mete
dentro de uno. En el momento menos pensado ya usted al otro día
amaneció mal. ¿Qué pasó? Nos dormimos mucho y las cosas hacen su
trabajo, y nadie está controlando.
La idea de preparar el proceso de mambe es el ruido, los
malos espíritus ven que los que mambean están despiertos y se dicen:
“No se metan, no se vayan allá”. Saben que cuando
se mambea pueden ser descubiertos fácil. Y para eso se hace. Esto no
es como algunos suelen pensar, como el cura que se metió en el mambeo,
después de prohibírnoslo y le gustó más el mambe que la hostia y
mambeaba y hacía misa, yo le veía al cura mambeado y pensaba...(?)
Pero bueno, allá vamos todos. Sí, van cambiando las cosas, ya hoy en
día consumimos todos lo que uno nunca ha conocido. Cuando hay Coca y
Ambil se supone que viene la fuerza, entonces tenemos que narrar,
pueden ser cantos, conjuros. El conjuro consiste en dar un rezo a
través de los seres que en un comienzo fueron como los dioses. Que en
este momento ya no están aquí sino en el otro estante, por allá. En
otro sitio, no se dónde. A ellos se invoca. Es una forma de invocar,
pero con el conjuro se supone que se va eliminando todo lo negativo.
Todo lo que uno cree que no puede tener como su fuerza; ¡afuera!,
¡afuera! Todo lo que es mi fuerza, todos mis aliados, ¡vengan!,
ustedes me tienen que dar fuerza, valor y también cuidado. Hay que
llenarse de aliados, ellos forman el
cuerpo otra vez. Lo sanan.
Xavi: ¿Qué implicaciones tiene para vosotros la escritura?
Odo: Bueno, para uno la costumbre ha sido siempre
oral. Yo entiendo más escuchar lo que habla uno que leerlo, porque uno
no es de lectura sino de escuchar. Si hay un libro escrito pero nadie
lo lee y no hay nadie que pueda explicarlo, pues da lo mismo, ¿de qué
sirve tenerlo escrito? Cuando nadie lo aplica, nadie lo usa. No sirve.
Y escribir parte de la cultura los mitos, conjuros... Hay muchas
palabras que no tienen traducción y al traducirlas pierden el valor,
el sentido. Porque en el español las palabras no nos dicen nada, no
nos dicen nada. Por ejemplo, hay traducciones que son muy difíciles.
De hecho hay palabras sin traducción, entonces inventamos un término,
lo agregamos y se crea la incoherencia. Uno mismo se da cuenta de la
cantidad de mitos que no se han escrito, y de todas maneras ¿para qué
nos ha servido los que han sido escritos? Eso no es que haya una
universidad o un colegio o libros y que usted pueda decir mañana yo
leo eso, cuando yo quiera. Eso está todo en la cabeza del abuelo, por
eso hay que poner cuidado. Si esa noche no escucho al abuelo, nunca ya
va a escuchar, porque las cosas pueden cambiar, pueden variar. No
serán las mismas palabras, los mismos términos sino muchas otras
cosas.
Odo: Xavi, lea un trozo de esto que yo escribí, se
llama “El origen de la palabra”.
(el texto siguiente fue narrado a Odo por Jacinto Vijidima, tío
paterno de Odo)
Toda palabra de poder proviene del Padre Creador, Moo.
Es aquella palabra con la cual envió al inframundo lo negativo. Esa
palabra se llama Juziña uai (palabra-poder). Esa palabra
o fuerza negativa la utilizaron los brujos para crear la discordia
entre los hombres, también las llamamos malas palabras, faitara-uai o
maldiciones. Por esta razón, esta palabra tiene la capacidad de
enfermar al hombre. Por poseer esta clase de palabras, el Padre
Creador recibe el nombre de Juziñamui. La palabra-poder, con sólo ser
proferida puede causar
la muerte. La palabra no es algo tangible, no puede ser vista, es sólo
un soplo (jafaiki). La palabra del Padre es como el fuego; cayó del
cielo a la tierra en forma de garizi (tubérculo
de saber). Este tubérculo lo consumieron nuestros antepasados, los
ancianos, con el fin de enfrentarse verbalmente unos a otros. Con la
palabra-poder nuestro Padre Creador castigó
a todos los seres que poblaron la tierra en sus comienzos.La palabra
del Padre quema como el fuego; la palabra es como el toirai (látigo)
que hiere al ser descargado; la palabra es
tan fuerte que la gente desea esconderse bajo las cenizas... Esa
palabra fuerte la recibieron los nimairami, sabedores, aquí en la
tierra. También recibieron sus poderes. Con ella reprenden a los
hombres, a las aves, a los animales del monte, a las plantas y a todas
las cosas. La palabra es la parte vital del hombre, por eso debe de
ser acatada. En realidad la palabra verdadera nos llega a lo más
profundo del corazón (komeki anamo). Actualmente después de que
desaparecieran nuestras enseñanzas, estamos de nuevo tratando de
reconstruir nuestra tradición... las enseñazas nuestras son difíciles
de aprender porque se transmiten de forma oral; las palabras no se
ven, no se pueden palpar. Por eso cuando está presente el rayo y
también la tempestad, los abuelos se apoderan de estas fuerzas de la
naturaleza para transformarlas en buen aliento. Siempre utilizan las
energías en forma positiva y luego con ellas soplan a los hombres, con
aliento dulce y suave. Bajo este buen aliento todos duermen
tranquilos; no hay energías negativas que interrumpan el sueño
profundo... ese aliento viene del inframundo, desde la morada del
Padre Nimaira Buinaima, en ese lugar se encuentran los espíritus de
los abuelos... allá, en el inframundo, se
encuentra la gran maloca nimairaiko, la maloca de los sabedores... Los
abuelos reflexionaban; “no tomaré la energía mala que tu enviaste al
inframundo. Las fuerzas negativas
quedarán afuera de la selva en el gran árbol fuidauai, el palo de
barbasco y en el árbol jinirigi”. Así los abuelos rechazaban lo
negativo... Con estas palabras protegemos a los no iniciados; estas
palabras se asemejan a la macana y a los grandes árboles de la selva,
como el gran árbol mochilero que sale por encima de lo demás brindando
protección. El poder de la palabra. Eudocio Becerra
Vijidima. Forma y función 11 (1998), pág. 15-28. Departamento de
Lingüística. Universidad Nacional de Colombia.
Hay mitos de historias prohibidas. El Baca, lo tabú.
Cuenta una historia que a una mujer que cometió incesto se le condenó
a morir en la hamaca consumida por los gusanos del cadáver
de su amante. Mientras ella agonizaba llegaron del cielo los hombres
Ino niai, buitres con traje negro de la familia de Dios. La mujer aún
no estaba muerta. Se la intentó llevar uno y no pudo. Al final, entre
varios consiguieron llevársela allá. Y la dejaron dentro de la maloca
de Dios, en el lugar del Urujairal (el Cóndor). Ino niai son los seres
encargados de comer los
cadáveres. Porque Juziñamui, nuestro Dios, es caníbal. Estos seres
robaban gente de la tierra y los llevaban allá. Los paraban en el
patio de la maloca y con una red recogían sus cabezas mientras iban
cayendo sus troncos al suelo. Juziñamui decía: “Madúrenlos y cuando
estén podridos se los comen”. Y los Ino niai maduraban los troncos.
Eso vio esa mujer estando allá
en el mundo divino y se dijo: “¡Están comiéndose a mis hermanos!” Y la
mujer hizo Caguana, pero de leche de sapo, venenosa. Y los buitres
iban a comer los cuerpos e iban después a beber Caguana y caían
muertos. En la puerta de la casa de Juziñamui había un palo de Achiote
y ella lo robó y un espíritu le dijo: “Póngale mucho cuidado porque
eso tiene poder”.
Luego la mujer se escapó de allá y regresó a la tierra.
Aquí tenía que reconstruir a su tribu. Para contar la familia nosotros
contamos las hamacas que hay en la maloca. Entonces ella colocó una
semilla de Achiote de las que trajo, por cada hamaca. Y ya se iba a
reconstruir su familia, ya estaban apareciendo, cuando el hermano de
ella, que oía ruidos, empezó a
gritar: ”¡Mira, mira!... ¡ahí!” Y se desvaneció todo. Ella fue a
buscar más semillas, pero la planta ya no estaba. Al final consiguió
por ahí más Achiote. Y le dijo al hermano: “Esta vez
no tiene que gritar, no haga nada, deje que la gente empiece a
aparecer”. Ya se oían ruidos; gente cortaba leña, gritaban, otros
machacaban, hacían Casabe, todo ese ruido se escuchaba
por la comunidad. De esa forma se reconstruyó la tribu que había sido
acabada por Juziñamui. Dios, según este relato, comía como castigo.
Aunque yo lo veo como canibalismo en sí.
Esto enseña que antiguamente se comía carne humana como
castigo. Alguien comete un mal para la comunidad y es expulsado, lo
mandan a otra tribu donde se lo comen y ésta, como prueba, trae una
mano o la cabeza. La palabra contenida en el mito tiene la forma de
hacer aparecer o desaparecer lo que no conocemos. Ejecuta acciones
simbólicas, así se expresa la fuerza que posee la palabra. En éste
caso habla de comer carne humana, que es algo sagrado. Y para cumplir
lo que una tribu pide, la otra tribu lo lleva a cabo. Pero en esos
casos en menos de una hora empieza el vómito, expulsan. Porque la
carne humana no puede estar en el estómago de otro humano, sería
terrible. Estas tribus lo hacían para cumplir con otras.
Xavi: Si hay algún tipo de semejanza con lo
divino, ¿se podría llamar imagen? ¿Hay algún tipo de imagen sagrada?
Odo: Hay un mito de origen, ahí se explica como el
ser se va formando, el hombre es el que le pide al Creador: “¡Déme
todo! ¡Déme su boca, déme su ojo para mirar, déme su nariz para oler,
déme todo lo que es fuerte, de poder!” Nada viene de alguna otra parte
sino que de ahí donde pide. Entonces la imagen en el relato es que
nosotros, las personas sanas, tenemos todos los componentes que el
dios tiene dentro de sí. Cuando uno está bien, siempre hay un calor,
siempre hay un frío, siempre hay un aire, un buen aire. Lo que él nos
deja es eso, parte de él, nosotros lo representamos a él así, como uno
dobla la mano, la otra cara es él. Como tiene cabello él, nosotros
también, su imagen somos. A nosotros nos dejaron la palabra y todo,
pero no escrita, en petroglifos, pero eso es otra interpretación, que
está ahí plasmada en figuras, todo lo que pasó y va a pasar, eso son
imágenes simbólicas. Cualquier relato, aunque pequeño, es necesario
porque a través de él estamos haciendo relatos a Mooma, el Creador.
Bajo la mirada del Creador vivimos, para él no hay oscuridad, para él
no hay cosas duras, pesadas, él puede vivir hasta los finales de los
huecos. Donde hay calor, donde haya aire, eso es él. Nosotros no lo
desconocemos. Las cosas son así. A veces son palabras sencillas, pero
como decía el abuelo, la palabra no es comida que se pueda guardar
para mañana, digamos, guárdemelas para Eudocio o para Xavi. Las
palabras
son palabra y en el momento que usted escucha, todo lo que se dice se
queda, aunque uno se olvide, eso es lo que hace ella. La palabra
consiste en eso, las palabras hicieron las cosas, las palabras crean.
Las palabras pueden mejorar las cosas.
Xavi: ¿Ustedes ven alguna diferencia entre mirar y
ver, como lo que significa en castellano?
Odo: Para nosotros kiode es mirar y nikaide es
ver, con la mente. Yo la miro a ella y pienso: “¿qué conjuro le puedo
aplicar?”, porque yo veo que tiene una enfermedad. Esa es una
forma de ver, pero yo no lo veo con los ojos sino con el pensamiento,
yo veo que está mal, en sus ojos se ve qué enfermedad tiene. Con mirar
a la persona, uno sabe reconocer lo que el otro no sabe ver en sí
mismo, al igual que uno no sabe ver lo que uno mismo tiene. La actitud
de uno a veces le falla, uno dice: “Mi propio espíritu me traicionó”,
y surge la idea de invocar a los antepasados, al abuelo: “¡Déme su
visión, su fuerza!, ¡déme algo que me pueda ayudar a defenderme de mi
mismo!” Entonces el mirar es una cosa y otra es lo que veo en las
personas y las cosas, y otra lo que puedo ver que pueda pasarme
mañana, que se puede manifestar en el sueño. A veces no amanezco bien,
me siento enfermo, no pienso nada, no me llega nada a la cabeza, ¡no
quiero pensar nada! Eso quiere decir que mi pensamiento se fue para
otro lado. En ese momento estoy indefenso, porque la fuerza de
nosotros es la palabra. Y si usted estuvo muy mal y usted quiere
rechazar todo eso, ¡con la palabra lo rechaza!, recitando todo eso
todo se bota. Ya antes, en el comienzo, el padre envía las cosas malas
al inframundo para que no salgan y nos sigan haciendo daño; allá están
todas las enfermedades, los maleficios, allá está todo el deformismo.
Y en nuestra cultura eso no puede existir, si aparece es algo anormal,
algo que no está bien, que se está manifestando y que hay que enviar a
su lugar.
Xavi: ¿Qué ojos tenemos?
Odo: Para nosotros las manos y los pies son ojos.
El pie ve por la noche y el día. Cuando coges cosas tu mano ve. Cuando
uno se chuza el pie puede perder el ojo del pie. En la nuca hay otro
ojo, Yoneri, donde está el reflejo. Para nosotros, cuando uno tiene
rabia tiene el corazón negro (komekina gearede), sucio. El corazón
está mal. Uno vive con rencor. O también puede que la hiel esté
alborotada u otra cosa. Eso son fuerzas que están dentro de nosotros y
que uno mismo tiene que manejar. Si las va a manejar negativamente,
entonces actúan de acuerdo a como uno actúa. Se manifiestan o atacan.
Hay cuatro plantas que sirven únicamente para la ensoñación. Ellas le
muestran a uno qué es lo que debe de hacer para rechazar o recoger
cosas para su propia fuerza. La idea es la de transformar lo negativo
en positivo. A partir de entonces no es para usted ya más un peligro
sino una
fuerza. Eso que veía mal para usted va a ser el bien y con ello va a
sanar a mucha gente y va a ayudar a muchas personas. Eso es lo que uno
hace.
El Numairama es el sabio que cura con las palabras. Su
fuerza es la palabra. Todo se creó con las palabras. La palabra es
parte del poder. Según la tradición murui, dentro de los uitoto,
palabra y poder son términos sinónimos. Para hacer esta charla sólo
hablamos y con eso entendimos y con eso mostramos y lo estamos
contando, lo estamos escuchando y lo estamos aprendiendo. Eso es la
forma que yo veía en nuestra cultura antes. Cual es la razón propia de
decir, hablar y no hablar también. Los abuelos decían: “¡No vaya a
hablar como quien dice a la gente!” Porque en la gente hay otros que
no les va a gustar y las mismas palabras que uno usa, le cogen a uno y
con su propia palabra lo hacen nada. Así de repente usted dijo eso,
usted me amenazó y vienen los problemas. Las palabras están para casos
muy necesarios.
Pues sí, esto te cuento.
Odo Becerra Vijidima
INDÍGENA UITOTO DE LA COMUNITAT DE SAN
JOSÉ DE EL ENCANTO, AMAZONES. PROFESSOR DEL DEPARTAMENT DE LINGÜÍSTICA
DE LA UNIVERSITAT NACIONAL DE COLÒMBIA A BOGOTÀ,
ESPECIALITZAT EN ETNOLINGÜÍSTICA. HA INVESTIGAT I PUBLICAT SOBRE
ASPECTES CLAU DE LA SEVA CULTURA, COM LA RELACIÓ DE L’ORALITAT AMB EL
TERRITORI, ELS LLOCS SAGRATS, ELS HIDRÒNIMS, EL PODER
DE LA PARAULA, LA FORMACIÓ I PREPARACIÓ DEL SAVI ENTRE ELS UITOTO
MURUI, AIXÍ COM LA PRESERVACIÓ I RECUPERACIÓ DE LA SELVA TROPICAL
AMAZÒNICA.
(1) Curaca es como suelen llamar al chamán en el área de la amazonia
colombiana.
(2) Mambear es el ritual en el cual, bajo el consumo beneficioso de la
coca y el tabaco (en forma de Ambil chupado), se traspasa oralmente el
conocimiento de los abuelos a los aprendices en la etnia Uitoto.
(3) Taita es como se suele llamar al chamán en la zona del Putumayo
colombiano. En esta ocasión Odo está hablando de un chamán con el que
tomo yagé en el Putumayo.
(4) Virola es un enteogénico, llamado también ambil de monte.
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